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viernes, 17 de septiembre de 2010

Aion Asmodian Lore

No fue siempre así. Hubo un tiempo donde las dos partes de este mundo eran una sola, estábamos tan unidos como si fuéramos hermanos. Éramos iguales, teníamos los mismos ideales y compartíamos los mismos propósitos, proteger la Torre de la Eternidad. Cuando nos fallaron, lo destruyeron todo. Nuestro mundo y nuestra gente fueron desgarrados.

La época del cataclismo

Así que, pasados unos días, comenzó la conferencia de paz. Como muestra de respeto hacia los cinco Señores Dragones, redujeron el escudo Aetheric de alrededor de la Torre, y los invitaron dentro de esta colosal estructura para realizar las negociaciones.
Fueron unos minutos eternos. Miré los ojos de mis legionarios, y ví la desconfianza y el odio de que nuestras convicciones fueran tan débiles como para haber cedido ante estas bestias, nos hemos puesto de rodillas ante ellos para que traten con nosotros. Me volví hacia mi centurión de más confianza, y me dirigí a hablar con él, cuando, tan rápido como un chasquido, todo cambió. Hubo gritos, confusión, una derrota. Uno de los Balaur calló, y Lord Asphel estaba listo para luchar, sus ojos brillaban.
Los Balaur atacaron. Siel e Israphel gritaron una vez para subir el escudo Aetheric pero en la segunda vez, nos fallaron. Perdidos en el tumulto no pudieron actuar correctamente para defender la Torre. Bajo las rabiosas garras y las armas de los Balaur, La Torre comenzó a astillarse y a fragmentarse.
Recuerdo el rostro torturado de Israphel, azotado por la culpabilidad, se dirigió con Lord Asphel y con todos sus Daeva a la región Norte, mientras tanto Siel marchó con Ariel y los suyos al Sur. Aun quedaba esperanza. Trabajando en dos grupos, uno en cada extreme de la Torre, los Señores Empíreos harían todo lo posible para impedir la destrucción de la Torre.
Lo hicimos rápido. Esos en el Sur, ahora lo sabemos, no lo hicieron.
En un instante a la vez que la torre de la Eternidad se derrumbaba el mundo se oscurecía. La gente salió corriendo y gritando en todas direcciones.
Recuerdo ese momento como si fuera ayer; recuerdo mirando hacia arriba y viendo como caían pedazos de la Torre, iluminado solo por la luz de la gran estructura. Recuerdo estar allí de pie, inmóvil mientras un gran fragmento de la Torre caía sobre mí. Recuerdo muy bien ese día… fue el día que encontré otro regalo por ser un Daeva: inmortalidad.
Me desperté, vi a través de nuestro gran mundo, Atreia estaba dividida en dos partes. La mitad inferior se había envuelto con una luz intense y brillante, mientras que la nuestra se había sumido en el frío, en la oscuridad desolada.
La conferencia de paz había terminado.

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